¿Te pasó que todo el mundo se sintiera en condiciones de opinar sobre hasta cuándo tu hijo tenía que tomar teta? A mí sí. Por suerte siempre tuve en claro que no haría sufrir a mi hijo, ni por el destete, ni por su pésimo dormir, ni por nada.
Convencida de que nadie vino al mundo a pasarla mal, y lejos de teorías que afirman que los bebés «te toman el pelo» -¿hay algo más genuino que un niño que busca contacto con su mamá?-, siempre tuve en claro que #hijo dejaría de ser un lactante cuando él quisiera. O bien «guiado» por mí, pero respetando sus tiempos.
Todo lo obsesiva que soy en mi vida, y en la crianza en lo que a horarios, alimentación y rutinas se trata, definitivamente no lo soy cuando de la «maduración» de Dante se trata. En ese aspecto, me considero una mamá relajada. Sé que no va a usar pañales por siempre, que no irá a la universidad con mamadera y sabía que no iba a tomar teta hasta los 18.
Así, y sabiendo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la lactancia materna debe comenzar dentro de la primera hora de vida del niño y tiene que realizarse en forma exclusiva hasta los 6 meses, para a partir de ese momento ser complementada con alimentos y extenderse hasta los 2 años de edad, o más, encaré lo que sería el destete de mi primer hijo.
Más de una vez respondí a un «¿hasta cuándo le vas a dar teta?» con un «hasta que él quiera», que -obvio- no era bien visto.
Pasado el año y medio de Dante, dejé de sacarme leche en el trabajo para que le dieran de merienda en mi ausencia (sí, hasta ese momento iba y venía con el sacaleche, la conservadora y los frascos de casa al trabajo y del trabajo a casa). Para ese entonces, las tomas eran cuando llegaba de trabajar y para dormir (bueno y cuando se despertaba de madrugada).
Uno de los mitos que circulan en torno a extender la lactancia es que, después del año, la leche materna no aporta nutrientes al niño y se trata sólo (¡como si fuera poco!) de un vínculo con la mamá.
Les cuento que Unicef en su sitio oficial informa que en el segundo año de vida la leche materna contiene 95% de vitamina C, 45% de vitamina A, 38% de proteína y 31% del total de la energía que el niño necesita diariamente. Igualmente, por si quedaba alguna duda, hablé con mi gurú en lactancia -la puericultora Paola de los Santos- quien me confirmó que «la lactancia materna prolongada tiene claros efectos nutritivos al contrario de lo que se piensa, porque al reducirse la cantidad en frecuencia y cantidad de tomas, el organismo de la mujer compensa aumentando la concentración de grasas convirtiéndola en un alimento aún más calórico y energético».
«Respecto de los otros beneficios, le aporta seguridad y consuelo y se demostró que su desarrollo cognitivo, visual y psicomotor es más favorable. Hasta hoy no se demostraron contraindicaciones ni riesgos por amamantar de manera prolongada a niños y niñas pequeños», agregó.
Aclaradas las cuestiones nutricionales (¿estamos todos de acuerdo entonces en que la leche materna es nutritiva y saludable para el niño aun después del año de vida?), pasemos al punto de cómo destetar de la manera menos traumática para todos.
Yo comencé con «negociar» la teta de la tarde por una ida a la plaza, ir a jugar al balcón o hacer un paseo juntos. A los pocos días casi no la pedía. Al momento de dormir, no había caso. La teta de la noche no se negociaba.
Ok. Admito que en este camino de convertirme en mamá me descubrí una talibana de la lactancia. La defiendo a los cuatro vientos y la recomiendo sin dudar a toda mujer con panza que se cruza en mi camino.
Y como les decía, siempre anhelé el destete natural (quizá un poco por no tenerme fe de llegar tan lejos con la lactancia). Cuestión que finalmente, y tras amamantar a mi hijo durante dos años y dos meses, un día, casi como quien no quiere la cosa, estábamos en pleno proceso de «corte».
Y tal como me lo había anticipado la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247), «el tiempo de la lactancia es particular en cada pareja lactante, no hay un tiempo preestablecido más que por los mandatos culturales».
Pese a que muchas veces la decisión de destetar se ve forzada por situaciones particulares de la madre como alguna enfermedad, un viaje laboral o algo de esa índole, para la especialista en maternidad y crianza, «si tenemos paciencia en este proceso, el destete se va dando naturalmente solo, pero ocurre que la fantasía y los prejuicios de que un niño va a tomar teta hasta la adolescencia nos invade y a veces nos obstaculiza».
Para ella, «el pecho va siendo cada vez menos demandado por el bebé y respetando esas necesidades, todo fluye mejor».
Bajo la lógica «no ofrezco, no niego», que sería ni más ni menos que no darle teta si el niño no pide, pero tampoco negarle si así lo solicita, ambas me recomendaron que lo que se busca es «evitar al niño la frustración de no darle eso tan preciado para él para que el proceso no sea abrupto». «Cuando se quiere iniciar el destete, lo ideal es entender que si el niño no pide es porque no necesita, entonces la teta no debería ser la primera opción ante un golpe o un berrinche, porque claramente ante el ofrecimiento va a decir que sí, porque es su manera conocida de calmarse», aconsejó Ruda, para quien este método «ayuda a que el proceso se dé de manera natural».
«Si el vínculo es sano todo se da naturalmente», sostuvo.
También suele ocurrir que la mamá quiera finalizar la lactancia y el niño aún no esté preparado, y en esos casos -según Ruda- «la madre deberá hacer un trabajo arduo para ‘sostener’ al bebé/niño en el momento que demande y ella niegue, ya que se le estaría negando algo muy preciado para él».
«Si la mujer está firme en la decisión, adelante! Siempre sosteniendo y ofreciéndole apoyo y contención al bebé como así también alternativas que ayuden a la situación. Por ejemplo, es bueno comunicarle que ya no hay teta en ese momento o partir de tal momento. A veces están en edad de comprender y es más fácil dialogarlo y explicarle ‘ahora no hay teta, si querés te traigo agua, te canto, me quedo acá hasta que te duermas’ o lo que fuera», recomendó.
Y así lo hicimos en casa. Al cumplir los dos años, me propuse que ya era momento de empezar a intentarlo. Una noche -a dos meses de los dos, y tras varias charlas en las que había instalado el tema- en medio de un «reto» porque #hijo no quiso cenar, no tuve mejor idea que «amenazarlo» con que si no comía, no le daría teta para dormir. Después me arrepentí del modo, pero por suerte bastó un chat con mis gurús (la puericultora y la psicóloga que aquí conocieron) para tranquilizarme. «Quizá ese reto y el hecho de que esa noche tu hijo se durmiera perfectamente sin siquiera pedir teta era lo que vos necesitabas para darte cuenta que los dos ya estaban listos para el destete», me dijeron ambas. ¿Ven por qué las adoro?
La noche que siguió, cuando pidió teta para dormir, le recordé que habíamos logrado dormir sin teta y le propuse intentarlo nuevamente. «¿Probamos?», le sugerí. «Sí, pobamos» (así, sin «r» me respondió). Contamos varios cuentos hasta que se durmió. Y así seguimos haciéndolo desde febrero.
Así, literalmente en carne propia, comprobé lo que tantas veces me había dicho De los Santos: «No se trata de que haya un momento correcto para destetar en cada equipo de mamá y bebé por igual. Se trata de acompañar y respetar la singularidad de cada familia y de ayudarlos a transitar por este momento de separación, si es que lo necesitan, de la manera más amorosa y menos traumática posible».
Y fiel a lo que Ruda siempre me recomendó («mi consejo siempre es hacer oídos sordos y saber qué es lo que cada mujer quiere y necesita para una lactancia feliz, dure lo que dure«), modestamente, creo que sólo una mujer que logra tal grado de conexión con su hijo, sabrá cuándo es el momento de dar ese paso. Y así, la hermosa lactancia que tuvimos con Dante, terminó de manera tan amorosa como lo había añorado.
3 comentarios
Genial tu testimonio, estoy activamente buscando info sobre del destete me ha caído como anillo al dedo!!! Felizmente llevo 1.2 anios amamantando y también quiero destetar respetuosamente, gracias!
Que tranquilidad me da leer esto. Tenemos tanto que aprender como sociedad y evolucionar culturalmente. Aveces como Mamá me siento perdida en un desierto interminable. Me ayudó fantásticamente. Gracias.
Es raro encontrar a gente con conocimientos sobre este asunto , pero creo que sabes de lo que estás comentando. Gracias compartir información como este.