Con C de «cambios», «crisis» y «crac», así se transforma la pareja con la llegada de los hijos

Hijos pareja

Se produce un quiebre, y es normal y esperable que así ocurra. La llegada de un hijo representa una crisis que si la pareja tiene un buen cimiento podrá atravesar de manera exitosa. Expectativa versus realidad en la crianza de los hijos y cómo nos afecta a hombres y mujeres

Puerperio, hormonas revolucionadas, un niño que reclama alimentarse cadak dos o tres horas (¡con suerte!) y unos pechos que duelen, un padre que poco sabe cómo ayudar, un útero que se retrae (y duele!), pañales que requieren ser cambiados cada dos horas (¡día y noche!), ropita para lavar, visitas que recibir, una casa que mantener. Todo eso es -también- convertirse en madre. El amor que te desborda, la felicidad que no te entra en el cuerpo, la emoción de ver ese ser que salió de tu vientre, las ganas de tenerlo en brazos todo el día y fundirse en uno los dos un ratito más es lo que todos te cuentan. Lo otro no. Del lado «oscuro» de la llegada de un hijo poco se habla.

La llegada de un hijo representa una crisis, se diga o no. Y llamar a las cosas por su nombre, ponerlas en palabras, siempre es mejor que no hacerlo.

Con el correr de los días, el shock de los primeros momentos pasa, pero la revolución sigue. Esa personita que llegó para quedarse cala bien profundo en la vida de los flamantes padres. No sólo las rutinas cambiarán. La pareja no volverá -jamás- a ser lo que era. La clave estará en qué hace cada nueva madre y padre con TODO eso que les (nos) pasa.

Habrá que barajar y dar de nuevo. Y ver cómo nos volvemos a encontrar.

Sobre todo lo que pasa en la pareja cuando llegan los hijos, consulté a Valeria Roca, consultora psicológica, que hace años trabaja en temas de crianza y en el acompañamiento de la ma(pa)ternidad.

– ¿Dónde creés que radican las principales diferencias en el abordaje de la maternidad/paternidad entre hombres y mujeres?
La maternidad/paternidad es uno de los grandes desafíos que se presentan en la pareja, si no es el mayor. En el caso de que las parejas hayan podido conversar el tema previo a tener un hijo se van a armando ideales, proyecciones y al momento de la realidad, muchas veces, esa diferencia de cómo creíamos que íbamos a ser como madres o ellos como padres marca una de las primeras crisis.

Por otro lado, no dejamos cada uno de provenir de familias de origen diferentes, y con ello heredamos costumbres y culturas. Muchas veces, puede creerse que ese es el único modelo de maternidad/paternidad, hasta que nosotros como pareja conjugamos, re armamos, reconstruimos un nuevo modelo, que en el mejor de los casos debería ser una construcción conjunta y elegida más allá de lo heredado.

– ¿Cuánto influye a la hora de «conectarse» con ese bebé por nacer el hecho de que la madre tenga nueves meses (e infinidad de sensaciones) para contactarse con su hijo por llevarlo en su vientre y el padre no pueda más que sentir los movimientos desde afuera o verlo en una ecografía?
Es una gran diferencia porque para el hombre esos nueve meses se gestan de suposiciones, de fantasías y hasta de mayor incertidumbre que la nuestra por no saber que está pasando dentro nuestro y con nuestros bebes. Nosotras ya estamos entablando una relación palpable con nuestro bebé, inclusive hay investigaciones que demuestran el cambio cerebral de las mujeres inherente a la maternidad que tiene fines de adaptación para poder cuidarlos, pero quiero resaltar que esto NADA tiene que ver con que las relaciones sean diferentes o más profundas de las que puede tener cualquier bebé con su madre y padre.

Si no, deberíamos suponer que el amor y el vínculo se construye con el embarazo y no podríamos explicar los bebés que son adorados por mujeres y hombres que no los tuvieron en la panza y que entablan un vínculo igual de profundo. Lo que sí es real es que esos nueve meses nos llevan a una conexión más rápida que a los padres, pero nada que el tiempo y mucho amor no logren emparejar.

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– ¿Es esperable que las parejas atraviesen crisis con la llegada de los hijos? ¿Cuál sería la mejor manera de sortearla?
No me gusta ser tajante, pero no creo que haya posibilidad de abordar un cambio tan profundo sin una crisis. Celebro las crisis de pareja porque ello implica un «registro» entre ambos, una percepción de que algo cambió o que alguien vino a modificarnos, un cimbronazo que nos permite volver a reencontrarnos. Me preocupa más cuando las parejas me dicen «no sentimos que haya cambiado mucho nuestra relación con la maternidad/paternidad, seguimos haciendo la misma vida».

No hay fórmula para sortear la crisis pero el diálogo, la comunicación, bajar las defensas y exponer lo más profundo de nuestro interior aunque sean nuestras mayores oscuridades es algo sanador y renovador en la pareja.

– ¿Cómo puede influir en la pareja si la idea que tenemos de cómo será como padre no coincide con la realidad? ¿Cómo se deben abordar esas diferencias?
De igual manera que les pasa a los padres si nosotras no somos como las madres que ellos imaginan. La realidad es que cada integrante de la pareja viene con un bagaje de su propia familia, y aunque creamos que no queremos repetir modelos o que queremos criar con estilos contrarios a como nos criaron, siempre hay una parte nuestra que conecta con nuestra crianza y otra parte que debe ser construida sobre nuestro propio modelo.

La verdad es que la idealización nunca es buena compañera, porque en general nunca es peor que la realidad, y realmente no hay mejor forma de criar que «ir siendo» porque en definitiva es un ir caminando. Si creemos que el modelo o la forma de maternar o paternar es estanca, estática y no puede cambiarse, caeremos en un gran error.

Para abordar esas diferencias hay algo elemental y es que las «diferencias» son necesarias, nos complementan, nos nutren y sacan una mejor versión de nosotros, si lo que buscamos es que madre y padre seamos iguales, que ellos resuelvan «igual» de como lo hacemos nosotras, que combinen la ropa de nuestros hijos como nosotras lo haríamos, y el bolso lleve todo lo «necesario» para nosotras, lamento decepcionarlos pero no sucederá.

Hay dos claves para sortear las diferencias ¡ACEPTARLAS Y USAR EL HUMOR!

– Si se consigue instalar la lactancia con éxito, la dependencia del bebé hacia su mamá será del 100% para vivir los primeros meses. ¿Cómo puede afectar eso al hombre y a su rol en la crianza de ese hijo?
Esta etapa es un momento de mucha fusión y simbiosis entre madre e hijo. La realidad es que la lactancia no sólo cubre el alimento para sobrevivir sino que nos alimenta emocionalmente, pero no es el único elemento indispensable que un bebé necesita, otro es el sostén, y la experiencia indica que la manera en que lo sostenemos es la seguridad que le estamos impartiendo. Invito a mayores brazos de papás, que sostengan, que aniden en los momentos que el bebé no está en la teta.

Los hombres sufren inicialmente este desplazamiento pero si es una pareja que pudo dialogar, compartir experiencias con otras parejas, y abrirse a los sentimientos, sabrán que «todo pasa». Lo más importante es no creer que todo es definitvo porque entramos en una etapa de «momentos», de pequeños tiempos, inclusive de comprender que la intimidad de la pareja es diferente pero por ello deja de existir.

– Cuando una pareja decide buscar un segundo (o tercer) hijo, ¿se supone que estará más afianzada frente al desafío o es un volver a empezar?
No se si estarán más afianzados, pero sí que al haber transitado por las diferentes etapas ya se conocerán como mamás y papás, esos roles que antes eran imaginarios, fueron caminados y desarrollados y de alguna manera eso aliviana.

Por otro lado, se juegan otras circunstancias y nuevas crisis, los tiempos, la rotura de una tríada, la llegada de un nuevo ser no es pasible de que no genere movimiento, pero con la ventaja de tener alguna parte de camino ya recorrido.

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