Si viste mis historias de hace unos días, habrás observado a una concentrada Regina jugando en la puerta del baño mientras yo limpiaba. «Es que quiero estar cerca tuyo», justificó cuando le pregunté qué hacía ahí. Pero eso no es lo único que me llamó la atención de mi niña en el último tiempo. Pasá que te cuento
Regi tiene seis años. Los cumplió en octubre pasado. Y si bien hasta hace poco tenía que acostarme con ella para que se duerma, el viaje de #maridonoinfluencer a Qatar fue la excusa perfecta para pedirle que se acueste solita mientras yo terminaba de lavar platos y preparar viandas para el día siguiente.
Durante esos 32 días la estrategia fue todo un éxito, perooooooooo bastó que regrese el padre para que la chiquita vuelva a pedirme que me acueste con ella para dormirse.
Pero no sólo eso. Además, me busca si no me tiene a la vista, chequea que estoy si está jugando en otro ambiente de la casa, y el otro día se angustió mucho porque no quería que me vaya a bañar porque quería estar conmigo. Le ofrecí si quería llevarse un banquito al baño y quedarse allí mientras me bañaba (y de golpe me vi en plena angustia del octavo mes de ambos hijos, bañándome con el carrito tras la cortina de la ducha). Cabe aclarar que el padre y el hermano miraban tele en el living; no es que quedaba sola en la casa mientras yo estaba en el baño.
Ya me disponía a consultar a mi querida Lorena Ruda de @estilo_de_mama acerca de esta ¿regresión? de mi niña, cuando un fallido de ella misma me dio una pista de lo que le estaba pasando. Dante le sacó una gorra que le regalamos los papás a ella y sus amigos el último día de jardín, y mientras se la reclamaba, Regi le dijo: «Me la vas a romper Dante, y esa gorra me la regalaron CUANDO TERMINÓ LA INFANCIA«.
Había oído hace un tiempo acerca de una esperable «crisis de crecimiento» alrededor de los seis años. Y si bien cada niño es único y tiene sus tiempos, puede suceder que a esa edad tomen conciencia de que están creciendo, y se tengan más noción de algunos «peligros» por lo que pueden aparecer algunos miedos, o bien quienes se dormían solos, por ejemplo, volver a necesitar compañía.
«Yo creo que es un poco un duelo por este pasaje a primaria en el que puede sentir que deja de ser chiquita», respondió mi psicóloga de cabecera ante mi consulta.
De hecho Regi lo había dicho bien claro «terminó la infancia». Desde ya que ante esa apreciación suya yo le hice saber que lo que había terminado era el jardín de infantes, pero que todavía tenía muchos años de infancia. «Mirá, Dante va a empezar cuarto y sigue siendo un niño», le comparé.
Y Lorena siguió: «Es como cuando estás en ‘modo destete’ que más teta piden. Cuando se empiezan a sentir un poco más grandes, pueden aparecer temores acordes a lo que ellos fantasean que implica crecer, entre otras cosas, perder algo del vínculo con la mamá y el papá en el sentido de dejar de ser chiquita y sus beneficios. Y es esperable que más se apeguen».
«Se pone en juego algo del orden de ‘quiero crecer pero me da miedo’. Algo nuevo está por pasar, la entrada a la primaria, que a veces es con cambio de escuela y compañeros, con cambio de rutinas y responsabilidades, genera cierta ansiedad y la necesidad de los abrazos contenedores que les haga saber que está todo bien y mamá está cerca».
A su vez, según me dijo la especialista en Maternidad y Crianza, «pueden aparecer miedos sobre la muerte, la soledad, la oscuridad, los ladrones; miedos que se hacen presentes de alguna u otra forma y que generan despertares o también la necesidad de estar ‘en un lugar seguro'». Todo eso «hace que no quieran perder de vista a la mamá, por lo que es importante acompañarlos y habilitar esos momentos, siempre cuidando de no pasar la línea delgada de que eso se convierta en una mirada dependiente de la que después no pueda prescindir», me advirtió. «Pero siempre acompañar, ofrecer un espacio cerca, dar confianza de que puede moverse por la casa porque los adultos aunque no los vea los están cuidando, están pendientes y cerca».
Una vez más, el camino de la maternidad no deja de sorprenderme. Cuando creí que lo próximo que me tocaba era la preadolescencia -que en el mayor ya empieza a dar indicios-, apareció esta «crisis de crecimiento», que por cierto no recuerdo haber pasado con Dante (pues cada hijo es único dicen vio?).
Por casa, ¿tuviste crisis de crecimiento a los seis años?